Narcotráfico, una tarea a medias.

Históricamente hemos tenido en Colombia Gobiernos reactivos. Es decir, Gobiernos que solo atienden a la solución de problemas coyunturales, cortoplacistas y, debido a tal visión, cada solución que proponen queda a medias, sin trascender sus gobiernos y los resultados que dan, son así, a medias,

Basta poner como ejemplo el tema más neurálgico de las últimas 4 décadas en el país: el narcotráfico y, ahí, podemos observar los nefastos efectos de la visión cortoplacista del Estado.

En efecto. Si hacemos un recorrido por el proceso de formación y transformación del tráfico de drogas en el país podemos verificar que hemos superado los 40 años de lucha contra este fenómeno y, por falta de mirada estratégica a largo plazo, el problema sigue igual o más grave que al comienzo. Créanme, no exagero. Miren.

El narcotráfico comienza a surgir como negocio de alta magnitud en los años 70’s como una actividad vinculada inicialmente a la comercialización de marihuana. Desde allí, comienzan a gestarse unas mafias diminutas que encuentran en la cocaína su plataforma de transformación en carteles criminales que en los años 80’s penetran todos los niveles de la sociedad por la abundancia de efectivo y que alcanzan a jaquear la estructura del Estado con la introducción de los capos en la política, la alianza entre los mafiosos con algunos políticos y la resistencia de otros políticos a que los delincuentes manejaran la política y la vida social y económica nacional.

Se convierte así el mayor capo de la historia del narcotráfico y jefe del Cartel de Medellín, Pablo Escobar, en un enemigo público al declararle la guerra al Estado y, los hermanos Rodríguez Orejuela, cabezas del Cartel de Cali, en la otra amenaza nacional al crear la mayor red de lavado de activos que haya existido en la economía colombiana.

Ante semejante situación, los Gobiernos de turno se limitaron a reaccionar, pusieron todo su empeño y fuerza estatal para derrotarlos y lo lograron. Pero se olvidaron de las estructuras productivas subyacentes y el negocio siguió, en menor escala en manos de algunos alfiles de tercer nivel y, a gran escala, fue asumido por la guerrilla de las FARC quienes, igual que los dos carteles antes mencionados, pero ya en los años 90’s, y en la primera década de este siglo, también lograron poner en jaque al Estado. Pero de nuevo el Estado reaccionó y la política de seguridad democrática logró diezmarlos militarmente para que luego otro Gobierno pudiera desmovilizarlos y de nuevo el Estado volviera a cortarle la cabeza al “dragón”, pero ni se desmantelaron las estructuras subyacentes ni se atendieron las causas sociales donde se cultiva este mal, y el negocio pasó a manos de los reductos de las fuerzas paramilitares desmovilizadas, denominadas Clan del Golfo cuyo cabecilla, luego de ser considerado enemigo público, acaba de ser capturado, no obstante, su red delictiva, hoy, vuelve a poner en jaque al Estado, tras la extradición del capo criminal.

Y así vamos de cabeza en cabeza, de grupo en grupo y de cabecilla en cabecilla, dejando la tarea a medias, sin demoler la estructura y las causas en la cual se soporta nuestro mayor mal. Sí, 40 años haciendo lo mismo pero esperando resultados distintos. Albert Einstein llamaría a esto: la “estrategia del loco”.

Rodolfo Correa

@RodolfoCorreaV