¿Más infraestructura para las motos o zonas verdes para la gente?

Estamos encaminados a tener un territorio atestado de motores de dos ruedas. A pesar de que Colombia no es el país más poblado de América, hoy somos el tercero con más motocicletas.

Desconocer que las motocicletas hacen parte de la cotidianidad es no entrar en razón de la realidad: garantizan el desplazamiento de algunos ciudadanos y, generalmente, permiten llegar rápidamente a diversos lugares, lo cual genera una sensación de bienestar para sus propietarios y familiares.

China es el lugar con más motos a nivel mundial pues, al menos, el 60% de su población tiene una. Allá un escenario recurrente, que puede resultar cómico, es cuando un semáforo se pone en verde y los motociclistas arrancan al mismo tiempo. Es difícil entender cómo logran esquivarse entre ellos sin causar un accidente.

Esa realidad, ubicada a 15.500 kilómetros de Colombia, en el corto plazo puede ser similar en el territorio nacional porque, aunque no tenemos el número más alto de habitantes en la región, hoy somos el tercer país de América con más motores de dos ruedas y estamos encaminados a la sobresaturación de rodantes, con el agravante de que aquí varios conductores rompen las normas de tránsito: es común verlos bajando de la moto para arrastrarla en contravía hasta determinado punto, con el fin de acortar el camino.

El transporte público ha perdido protagonismo debido a que, en muchos casos, por no decir siempre, es más costoso trasladarse en este servicio que adquirir un vehículo propio que puede usarse las 24 horas, todos los días de la semana y para el cual es fácil acceder a un crédito para comprarlo. Basta con tener una cédula para obtener un mejor status, libertad y comodidad.

A diciembre del 2021, datos del Registro Único Nacional de Tránsito (RUNT) indicaron la existencia de 17 millones de rodantes en Colombia, diez millones eran motos. Esas cifras hacen imprescindible entender pronto que el transporte público debería ser siempre la columna vertebral de la movilidad, pues sus usuarios disminuyen y el parque automotor crece aceleradamente, lo cual se traduce en la degradación del servicio y la imposibilidad de hacerlo sostenible económicamente.

Si no actuamos de manera oportuna, será muy complicado cambiar esa tendencia, teniendo en cuenta que 10 millones de motocicletas podría representar que el 20% de los colombianos tienen una.

Ahora, si bien el sector automotor aportó el equivalente al 17% del Producto Interno Bruto en 2017 y generó 434 mil plazas de trabajo en toda su cadena productiva (comercio y fabricación) -según un informe de Andemos, publicado en 2019-, la riqueza no puede estar por encima de la protección ambiental y las condiciones de vida de la gente, porque para satisfacer la infraestructura vial que demandan los rodantes, se deben eliminar espacios públicos, zonas verdes y ecosistemas.

Es legítimo garantizar la competitividad de los territorios, pero cuando se requiere de más obras para impedir que los ciudadanos pierdan tiempo en embotellamientos, ahí la razón dejaría de ser facilitar la cadena logística.

Urge una acción común y mantenida en el tiempo en donde cuidemos las empresas de transporte público, el transporte colectivo y los taxis de nuestro país, con el de propósito disminuir la generación de gases contaminantes, no perder la vida en congestiones y evitar accidentes de tránsito. Colombia debe crecer de manera razonable y no bajo la falsa idea de que tener un vehículo propio es status y comodidad.

Juan David Palacio Cardona

Twitter: @JDPalacioC